17 febrero, 2013

Cómo escribir, de qué escribir. Reflexiones de un futuro escritor

Quizá debiera escribir, ¿cómo escribiré?

Quizá debiera escribir sin pensar, como hacen otros. Repitiendo simplemente las ideas que revuelan por mi cabeza y reflejándolas en el papel. Quizá pensara que no podía, o quizá creyera que era mejor que todos estos, que todos los loros repetitivos que exponen una amalgama de ideas que llega a confundirles dentro de su propia ignorancia. A todos esos a los que yo les diría incultos, por pretender aparentar lo que no son, por pretender parecer cultos y leídos, letrados en arte y ciencia, versados en las más variopintas literaturas, autoinstruidos, y por tanto superiores al resto de borregos del pueblo llano que no se preocupan más que de lo que tienen delante de las narices.



Pobres infelices, pobres seres superiores, que nunca encuentran la felicidad, que siempre quieren más, que siempre anhelan la alabanza del inculto, que el pueblo llano analfabeto se arrodille ante ellos, que simplemente tuvieron más posibilidades que ellos. No les es posible regodearse ante la degustación de una buena comida, de un buen vino, de una buena fiesta popular, de una corrida de toros o de un buen partido de fútbol. -El deporte, cosa de tontos, la cultura, lo mío, es mucho mejor-, pensarán aquellos infelices. Bendita infelicidad, benditos placeres los de esos infelices, que dejan a ese “culto” a la altura del betún de sus “instruidos” zapatos. No, no me gustaría mostrarme de esa forma, porque no soy así, simplemente no pienso que Dios me ha dado un don, que soy un elegido, y superior por ello al resto de individuos. Sólo sé que Dios, y mi trabajo, me han dado estos instrumentos con los que, o bien podría escribir algo tan valioso como el Quijote, o unas simples cavilaciones antes de comenzar la obra, como ahora parece que hago.

¿Cómo lo haría?, ¿de qué voy a hablar? Odio también a los intimistas, que aburren al más pintado, con cantos a la paz interior, con ideas que van y vienen sin orden ni concierto aparente, como pretendiendo que sea el propio lector el que encuentre la belleza en dicho desorden. No, el lector sólo pondrá el mundo alrededor de los personajes, y se hará amigo o enemigo de ellos, y creerá anticipar sus decisiones, y conocer cosas que el escritor ni siquiera pensó contar. ¿Qué pretenden algunos con sus discursos de psiquiatra? Más de un diván está demasiado sólo, y sé yo quiénes deben ocuparlo. Quizá también me guste a mí divagar, pero no lo voy repitiendo por ahí, no voy aburriendo por ahí al personal con mis ideas de locura. Lo importante no es eso, no, lo importante es hacer pensar al lector, pero desde la diversión, desde el discurso ameno, desde la creación de ese mundo al que el propio individuo pondrá los puntos y las comas. Eso sí es escribir pensando, como un verdadero culto, y no como los que lo aparentan, con palabras rimbombantes, sin duda extraídas de libros más propios de Góngora que de otra cosa. Para eso están los círculos de “culteranos” que se citan en los cafés, para discutir sobre la última palabra de cinco sílabas a la que han tenido acceso. Lo mío, no quisiera que fuese eso, sólo quisiera amenizar la tarde al pueblo, que alguien se sienta feliz después de leer mi historia, sin aburrirle con divagaciones propias de un exaltado.

Por tanto pienso: quizá debiera escribir sobre los niños, que de ellos es el futuro, y que de ellos nunca se puede sacar nada malo. O de los viejos, que recuerdan sus fechorías, pero saben que no debieron cometerlas. O de los recién casados, mejor no. Quizá de la vida de unos animales, pero ya no sería real, si los hiciese hablar, porque no hablan. No me gustaría crear una ciencia ficción pueril, o una cosa que no se ciñese fielmente a la realidad. O podría crear un mundo aparte, donde nada fuese lo que parecía, y donde el país de las maravillas fuese lo más aburrido del mundo a su lado. También hablaría de la vida, de los amores, de la felicidad por encontrar y al fin encontrada, de mi pueblo, ay, mi pueblo. De mi familia, mis amigos, los monumentos, y de mi pueblo, ay, mi pueblo. Mejor lo dejo para mañana, porque no tengo más ganas.

No hay comentarios: