17 marzo, 2015

La belleza de los jamargos y olivos de Alharilla

Porcuna, tierra de olivos, mar de olivos, olivos flotando en un mar de jamargos, en un lecho amarillo titanlux, nubes esponjosas surcan el cielo azul, un cable surca también nuestros campos engarzado y sujetado por viejos postes de la luz, maderas que fueron de algún otro árbol, árbol de un otro lugar que jamás conoció aceitunas y que hoy está rodeado de ese fruto milenario. Ni un rojo sangre que llevarse a la boca, sólo azules, amarillos, verdes, marrones, blancos, negros... pero nada de colorado. Amarillas flores españolas cuales campos de tulipanes holandeses, sin nada que envidiarles.

Delante un viejo olivo casi centenario, señalándo hacia su derecha con una de sus patas aún sin trama, como mostrándonos toda la belleza que habita detrás de él, debajo, encima... Todo sucede en la tranquila aldea de Alharilla, milenaria también, como cada grano de polen que vuelve a generar nuevas plantas, sí, faltan rojos, faltan amapolas, faltan morados y lilas, pero también, pese a ser una de las flores menos atractivas, fíjense bien, la belleza de los jamargos y los olivos de Alharilla.



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