17 noviembre, 2016

La red social de lo que no publicamos

Pensaba 2 minutos antes de empezar a escribir este post sobre qué pasaría si las personas no publicásemos en redes sociales las fotos en las que salimos perfectos, nuestros maravillosos viajes con sus entrañables anécdotas, los retratos de familia feliz sin problemas, los selfies que parecen retocados por Miguel Ángel Buonarrotti y encuadrados por el mismísimo Javier Aguirresarobe, sopesados y extra-cavilados discursos políticos que ni Churchill, o ingeniosos y ocurrentes aforismos que harían palidecer a Groucho Marx, Oscar Wilde y Woody Allen, todos verdes de envidia por nuestra elocuencia y virtuosismo lingüístico.



Qué pasaría si en vez de eso, publicáramos realmente lo que nos pasa por la cabeza en el momento, publicásemos justo lo que acabamos de hacer, justo lo que hemos estado haciendo las otras 23 horas y media aburridas del día, nuestras malas experiencias en viajes, nuestras fotos con gesto extraño, nuestros selfies con cara de pachón, nuestras frases sin sentido o nuestros pensamientos reprobables, qué.

Imaginando por un momento me imagino tantos de tantos y tantas y me entra la risa. Ojalá existiese una red social así, una red social en la que nosotros creemos que estamos publicando algo maravilloso y especial, y en la que luego a nuestros amigos se les muestra la realidad, no esa impostada y ficticia artificialidad, sino la realidad más pura y desnuda, nuestro propio yo, lo que hay detrás de toda esa fingida mueca, de esa ocurrencia copiada de a saber dónde, de esa publicación que todos querrían haber hecho.



Imagino a la selfie-adicta de morritos juntos que se cree la Naomi Campbell, que ha publicado 5 fotos casi iguales y cuyos palmeros aplauden a rabiar y la inunda de 'me gusta'. Imagino cómo se ha hecho 20 fotos hasta escoger las mejores, imagino cómo ha borrado incluso 5 en las que salía espantosa, fea como en realidad es, e imagino que esas sean las que realmente vean sus seguidores...

Imagino al futbolista objeto, anunciante de ropa interior, hiper-retocado por especialistas en maquillaje, con los nuevos boxer blancoinmaculados. Imagino que el sudor provocado por los focos manchó los calzoncillos y hubo de cambiárselos. Imagino cómo la foto en la que se veían amarillos y manchados fue tirada a la basura, y cómo tras publicar la buena, todos sus seguidores verían cómo parecía haberse orinado en ellos...



Imagino a la chica fitness que acaba de ser polifotografiada por su novio, y que ha escogido entre 30 la mejor todo para publicar en Instagram. Imagino que hemos cogido la peor de las 29, esa en la que parece desmejorada, desfigurada, desmaquillada, y en la que ni la más acomplejada de sus seguidoras querría parecerse a ella. Imagino cómo ufana publicaba la foto bonita, y como todas veían sólo la horrorosa...

Imagino al que acaba de escribir la frase política ingeniosa del día, a todos los que le comentan, le aplauden y le 'megustan'. Imagino que ha estado casi 10 minutos pensando y retocando lo que iba a decir, incluso tras copiarlo de otro... Imagino que habrá pensado cosas sin sentido, sin valor, sin gracia... Imagino que él piensa que ha publicado algo digno de un genio, pero por desgracia sus seguidores sólo verán ese balbuceo mental...

Imagino a la que publica la foto de la familia feliz, todos con vestido precioso de los domingos, las niñas con lacitos, el niño de primera comunión, todos sonrientes, impolutos, tocados por una luz divina, casi celestial, perfecta incidencia de los rayos solares dorando su nacarada piel. Imagino minutos antes, mientras desayunaban, con el niño de chocolate hasta arriba, la madre despeinada, el padre con barba de 5 días, una niña con carreras en la media y llorando a lágrima tendida. Imagino que ellos publican eso que fue un suspiro del día, de sus vidas, pues luego todo volvió al caos. Imagino cómo sus seguidores lo que reciben es un vídeo del caos, el "cómo se hizo".

Imagino a la que sale siempre con su perrito limpito y comidito, la imagino mientras publica esa maravilla que le ha llevado 1 hora conseguir. Imagino cómo sus amigos ven a su perro sucio y ladrando cabreado por la sesión de manicura a la que lo ha sometido.



Imagino de camino al adulador hipócrita que a todos ellos les comenta enjabonándolos, imagino que a él también se le volvieran del revés las publicaciones, y que de verdad pusiera lo que pensó, aunque sería curioso un "estás divina, qué guapa" ante una foto muy desfavorecedora, no, eso me hace más gracia, así que a los aduladores los mantendría, que sería gracioso ver el contraste.

En fin, imaginando imagino que imaginaréis que es difícil imaginarse la red social imaginaria que he imaginado antes de imaginar este artículo. Sí, sería harto difícil imaginarla, imagínense un mundo así... un mundo donde la imagen y los imaginativos imagineros no imaginan estar tan lejos los unos de los otros, donde justo lo que uno piensa y plasma es lo contrario de lo que los otros ven, donde la hipocresía sería inútil, donde todos seríamos más transparentes, donde nuestro postureo sería penalizado al máximo, donde no existirían esos pelotas mayúsculos que pueblan las listas de seguidores y "amigos redsocialeros".

Sí, quizá ya exista, o quizá aún no, pero creo que sería bastante sano, al menos por un día, que existiese esta red social, la red social de lo que no publicamos...

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