10 febrero, 2018

Todo lo bueno se acaba, hasta el orégano

Pues sí, como dice la canción: todo lo bueno se acaba, y el caso que hoy me ocupa no iba a ser distinto. Aún recuerdo cuando compramos ese enorme bote de orégano hace ya más de ocho años, en octubre de 2009, cuando organizamos un "barril..." uy, no, digo... cuando organizamos un "encuentro" para captar socios para la Junior Empresa Toma Cero.



El caso es que sobraron algunas cosas, como un barril entero de cerveza (que devolvimos a Alhambra para ahorrar ese dinero, por suerte), parte del barril que habíamos pinchado (que un par de chicos se pimplaron hasta dejarlo seco del todo) y algunos condimentos como un enorme bote de orégano que desde entonces entró en mi vida.

No sé ya cuántos botecitos de orégano he dejado de comprar estos años, pero han sido decenas de ellos, puede que más. Recuerdo la barbaridad que parecía al ver el bote entre los otros de las especias, ese mastodonte prehistórico en el que cabían todos los demás, y cómo poco a poco fui pegándole "bocados" en aquel primer piso de los Pajaritos, y luego más adelante en los siguientes, viendo cómo pasaba mi vida junto a aquella reliquia, que primero caducó (a finales de 2011), y que luego pasó a ser incluso patrimonio histórico al cumplir un lustro allá por 2013.

Recuerdo bastantes pizzas o pasta, que estaban riquísimos, y también recuerdo algún tomate aliñado (justo para lo que lo usamos también en aquel barril), de hecho la semana pasada, cuando utilicé el superbote para volver a llenar el mismo botecito de orégano por penúltima vez, lo utilizamos para una salsa con ajo y ñoras que usaríamos para una riquísima calabaza en ajillo.

Como consejo a todos: aprovechad las cosas buenas de la vida, incluso más aún cuando sabéis que es una de las últimas veces, aprovechadlas y atesoradlas cuando aún existen, cuando aún las tenéis con vosotros, cuando sabéis que el soplo de vida que les queda es ya casi el último. No esperéis a que todo haya acabado, no esperéis a que vuestro bote esté vacío del todo para llorarlas cuando ya no podéis disfrutar de ellas. Hoy yo puedo mirar al estante y sigo viendo vida en él, un último culillo de trocillos de orégano que saben que son unos auténticos supervivientes, un último suspiro que en unas semanas o quizá meses acaben en el pequeño botecito, siendo los últimos vestigios de un tiempo que ya pasó. Por eso hoy es el mejor día para homenajear a mi bote de orégano, como metáfora en general de tantas cosas de la vida que se acaban hoy mismo, que se acabarán en breve, en una semana, en un mes, o puede que a otros les duren toda la vida.



Esta semana llené por penúltima vez el botecito, usando como siempre la misma técnica, llenando una cuchara grande y colocando el botecito dentro del grande para que el orégano que se salga caiga en el bote grande. Sé que la próxima vez no hará ni falta, porque ya sólo lo llenaré por la mitad aproximadamente, el bote medio lleno para ser optimistas.

Recuerdo cómo ese bote me ha visto crecer, me ha visto emprender grandes aventuras, siempre junto a mí, me ha visto llorar y reír, y a muchos nos ha visto evolucionar hacia quién sabe qué estado actual, incluso futuro. Él ha estado con nosotros tantos años, que no puedo sino sentir pena de estar a punto de perderlo, como cuando se nos rompe alguna reliquia del pasado (como curiosidad, la entrada del enlace anterior, la escribí cuando alguien rompió una de las grandes reliquias de mi pasado, justo el año que entró en mi vida el bote de orégano), y no puedo sino pensar en qué objeto o persona que ahora considero completamente nuevos y sin mérito histórico-artístico, estaré a punto de perder dentro de 10 años, y lo consideraré entonces muy querido y añorado, no sé cuál, pero sí, probablemente esté ya entre nosotros.

Y así, haciendo este pequeño homenaje a mi gran bote de orégano, cuando hay que hacerlos, cuando aún está vivito y coleando esperando su jubilación final, cuando aún podemos disfrutarnos mutuamente, cuando aún me puedo dar y darle unos últimos homenajes con viandas magníficas, termino no sin insistir de nuevo a todos en un consejo que cualquiera debería tener en cuenta, y adaptando la frase que digo cada año en el cumpleaños del blog: aprovechad las cosas buenas que os da la vida, porque si no lo hacéis vosotros, nadie lo hará, y queráis o no, se pierden...

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